Cuando nadie hable de nosotras



Fue un día de primavera del año setenta y dos cuando todo empezó, en ese momento, el mundo no cambió, pero nosotras sí. Hasta ese momento éramos una sociedad moderna, a la vanguardia del conocimiento y ejemplar a ojos de Occidente. Quién nos iba a decir a nosotros que este período de esplendor daría paso a décadas de religiosidad y recogimiento en nuestro hogar. El día que los imanes tomaron el poder por sorpresa nos encontrábamos en nuestra segunda residencia y tras el anuncio del giro drástico del gobierno, decidimos volver a casa. Las noticias que llegaban en aquel momento eran muy confusas por ello dejamos todo tal cual, incluso el cuaderno de recetas de la abuela, que siempre se guardaba a buen recaudo, fue abandonado en la página de un rico pollo con ciruelas.

Nuestra sorpresa al llegar fue mayúsculo, fuimos convocados todos los vecinos a la plaza central donde el imán de nuestra mezquita se dispuso a dar el discurso que marcaría un punto de inflexión importante en nuestras vidas, sobre todo para las mujeres de la casa. Nada más llegar el ambiente se tensó bastante ya que nos separaron por sexos.

- ¿Señor qué hace? Estoy junto a mi marido, ¿hay algún problema? - pregunté al policía.

- Discúlpeme, pero según órdenes de la nueva autoridad debe separarse de su pareja, luego podrá reunirse con él al finalizar el discurso oficial - contestaba tirándome del brazo.

- ¿Y qué hay de mis hijos? Nos necesitan a los dos. Por favor, no nos separe - nuestro mayor miedo era no volvernos a ver y así fue.

 Las mujeres fuimos separadas de los hombres y estos fueron separados según sus ideales políticos. Aquellos que seguían a raja tabla los preceptos del islam seguirían vivos y se unirían a las fuerzas armadas, en cambio aquellos que llevaban una vida más díscola o liberal serían juzgados uno a uno sin importar la edad que tuvieran.

El tiempo pasó y finalmente los hombres de la familia poco a poco fueron desapareciendo, ya fuera por ser sentenciados a muerte o por la espera, murieron exhaustos tras días y días de interrogatorios y torturas. En poco tiempo mi marido, papá y mis dos hijos fueron perdiendo la vida y únicamente las mujeres persistimos a este gran dolor, al dolor de perder nuestros seres queridos en tan poco tiempo, al dolor de no ver un futuro claro para nuestra descendencia.

- Lo he perdido todo y no quiero que las mujeres cabemos nuestra tumba también - decía mi madre. Ella era la que sin duda alentaba fuerzas a las demás para resistir y seguir adelante sin importar el cómo.

- Esto no puede quedar así, debemos hacer algo - comentaba una y otra vez mi cuñada al leer la prensa oficialista y sus nuevos decretos de inmediata aplicación -. Están matando a nuestros hombres y destruyendo así nuestras vidas. Las próximas seremos nosotras, de eso estoy segura. 

- Debemos resistir para honrar la memoria de nuestros muertos, clamamos venganza y eso es lo que tendrán, nadie tiene derecho a quitarnos la vida y a despreciarnos de esa manera - intentaba convencerles de que la rebelión podría devolvernos parte de lo que los imanes nos quitaron, nuestra libertad.

Desde entonces iniciamos pequeñas reuniones con más mujeres del barrio en forma de terapia para apoyarnos las unas a las otras. Estas poco a poco fueron convirtiéndose en asambleas donde se decidía quién iba a ser el siguiente, el que saciara el odio que llevábamos dentro. Con pasado, pero sin presente ni futuro, ¿qué alternativa teníamos? No teníamos nada que perder así que los asesinatos prosiguieron sin que los oficiales pudieran detenernos. Sus teorías iban mal encaminadas, pensaban que éramos unos mercenarios contratados por la minoría política que todavía resistía las embestidas del gobierno, pero la verdad es que ellos huyeron hace bastante tiempo a Estados Unidos. ¡Incluso los periódicos se hicieron eco de nuestras acciones! Algunas de nuestras colaboradoras escribían en nuestro nombre y luego enviaban nuestros manifiestos a los rotativos con nuestras reivindicaciones.

Cuando nadie hable de nosotras sabrán que dimos nuestros cuerpos a nuestra patria y nuestras almas a nuestros ideales. Cuando nadie hable de nosotras verán en nuestro país un destello de esperanza de aquello que quisimos ver en vida, pero que no será posible hasta después de nuestra muerte. 

El valor de la emprendeduría social

Photo credit: Steve Corey O.O.T. via Foter.com / CC BY-NC


La emprendeduría es un valor que cada vez está más en alza como consecuencia de la crisis económico-social que llevamos arrastrando desde hace muchos años a nivel mundial, para muchos es el remedio a nuestro descontento  generalizado con la situación laboral actual. Como todo, el concepto de emprendedor se va matizando a lo largo del tiempo y se van creando tendencias con la intención de quedarse. Este es el caso de la emprendeduría social, que en España todavía no ha calado todavía con fuerza, pero que sí lo está haciendo en países anglosajones y teniendo consecuencias positivas en la sociedad.

Para aquellos que no estéis familiarizados con esta nueva tendencia os dejo una serie de apuntes importantes:

Actualmente hay empresas que se implantan en países en desarrollo para forjar un beneficio económico y que la sociedad se aproveche de esta circunstancia en forma de mejoras en su calidad de vida. El punto clave de la emprendeduría social es aportar bienestar a la sociedad, si no existe este principio indispensable no podemos referirnos como tal a este concepto tan social y tan de moda.

Por lo que a mí respecta, me encantaría formar parte de  una organización de este tipo, creo que de todas las definiciones del ser emprendedor es la que más se adaptaría a mi forma de concebir las cosas. Me encantaría poder ayudar de cerca a colectivos con alguna necesidad que se pudieran paliar gracias a la intervención de una empresa creada por mí y dirigida a ellos. Ojalá esta idea deje de ser un sueño y se haga realidad algún día.