Me llaman Tormenta

Tormenta eléctrica en un bosque bajo un cielo morado
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Se escucha el eco de un grito. Una a una, las casas a lo largo de la calle se van apagando, se quedan a oscuras. Mi casa es la siguiente. Los aullidos de los perros me alertan. Lentamente, unos pasos se aproximan hacia mí. No veo nada, solo oigo ese ritmo que recorta distancia. Ha llegado la hora. Mi alter ego viene en mi busca. Intento dirigirme a la última puerta que me separa del exterior. No lo consigo, su mano abierta me atrapa. La posa sobre mi hombro y me clava su puñal en la sien. Un dolor intenso recorre mi cuerpo (piernas, barriga, pecho, brazos...). Ese ser que niego con todas mis fuerzas, pero que indudablemente conforma mi otra mitad, ya está aquí. La transformación está completada: mirada ausente, corazón roto, cuerpo frágil.

Punto y aparte

Imagen de We can do it! con una mujer alzando su puño para reivindicar que las mujeres somos capaces de todo.
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La veo acostada, tranquila bajo aquellos árboles. Su lucha ya no tiene causa y se prepara para su leve despedida. Como gran señora que es, hace memoria de todas aquellas otras que como ella pelearon contra este u otro tipo de desigualdad, aunque su objetivo no era más que hacerlo desaparecer, como si de magia se tratara. Gracias a ella puedo decir bien alto que no conozco la palabra de la cual era abanderada. Consiguió su objetivo: aquello que llamaban feminismo desapareció para todas nosotras.